Por
Saúl
Sánchez Toro (ssancheztoro@gmail.com)
Nuestra
ciudad tuvo hace muchos años fama nacional de conservadora o preservadora de la tradición escrita del mundo. Aquí se
conseguían obras antiquísimas de la literatura mundial o publicaciones hechas
en las primeras imprentas del mundo. En la antigua carrera 18 con 23 (donde hoy
funciona el supermercado el Ahorro) se encontraba el Almacén “Luz” de Don Luís Gómez
(contiguo a la Joyería
Vargas) en donde además de marcos para cuadros se podía
conseguir toda clase de libros antiguos, autenticas joyas documentales,
invaluables no solo por su antigüedad (incunables del mundo, o
latinoamericanos, o libros de los siglos XV, XVI, XVII y XVIII) sino por su
presentación (cuero repujado, exlibris a mano, tipografía móvil, letras romanas
o góticas, etc) .
Igualmente
existían tres sitios típicos en donde los coleccionistas hallaban libros
anteriores a 1900. Nos referimos a la Librería Atalaya de Don Jorge Escobar y fundada
por Gilberto Agudelo, que quedaba frente al Teatro Cumanday (hoy Edificio
Cumanday y sede de Coomeva), sitio obligado para quien quería un libro valioso;
o la Librería
"Mi Libro" de Don Pablo
Pachón que a pesar de no especializarse
en libros antiguos ofrecía ocasionalmente hermosas joyas bibliográficas; y
finalmente "El Estudiante" de
don Arturo Quintero que además de vender elementos deportivos para los scouts,
también ofrecía libros antiguos. La anticuaria El Artistico en donde de vez en cuando se conseguían libros de
vieja data era hasta hace no muy poco el lugar donde se encontraba toda clase
de artículos añejos y de singular valor.
La
demostración de la perdida de este interés es palpable ya que en la actualidad no existen locales en la
ciudad donde se pueda adquirir este tipo
de reliquias. Y mas triste aún es que los pocos libros que tiene la ciudad de
siglos anteriores y que revisten valor
cultural, artístico o científico, como los libros de las colecciones
Emilio Robledo, Victoriano Vélez, J.
Vélez Sanz, Colegio de Misiones de Popayán (toda una colección empastada en
cuero de carnero), que tiene la
Universidad de Caldas, se encuentran al alcance de propios y
extraños (estantería abierta), gracias a la disposición de un novel
bibliotecario que no alcanzó a distinguir entre lo que es un libro antiguo y
uno viejo. Estas mismas colecciones las tienen el Colegio de México y la Universidad Nacional
Autónoma de México, UNAM (Dos de las más
prestigiosas universidades de América Latina) en salas independientes, con
climatizadores (temperatura controlada), extractores de olor, y lejos del acceso publico. Para ingresar a
ellas se requiere el carácter de investigador, ponerse mascarilla, y guantes
especiales para pasar las hojas de las publicaciones, lo cual se hace desde un
atril junto al cual se ubica un
asistente o supervisor, quien permanece a su lado todo el tiempo de utilización
de la publicación. Pero es que allá y en otros países, si aprecian el valor y
el carácter histórico de unas publicaciones cuyos ejemplares son casi únicos.
Acá en la ciudad esos libros son considerados por muchos como “vejestorios”, “anacrónicos”,
“usados” “libros de descarte”, “basura”. No es lo mismo hablar de una edición
principe (la primera edición) que una reedición o una edición moderna. Por
ejemplo, los dibujos de las anatomías antiguas son muy diferentes a las
fotografías policromáticas de las modernas, lo que convierte a aquellas en invaluables joyas bibliográficas.
A propósito, porque
será que las colecciones de los grandes prohombres de la ciudad que estudiaron
y fueron dueños de textos clásicos de singular valor histórico van casi siempre
a parar a las bibliotecas publicas de otras ciudades? Por ejemplo, que se hizo
la biblioteca de Don Aquilino Villegas que alguna vez la familia ofreció vender
a cualquier entidad de la ciudad interesada en ella? Quien la compró?