domingo, 4 de octubre de 2015

De leguleyos, rábulas y otras yerbas




Manizales es una ciudad que anualmente saca al mercado laboral alrededor de 70 profesionales de las leyes. Muchos de ellos se ubican en grandes o buenas empresas y una gran mayoría monta sus propios bufetes o se asocian con empresas de asesorías.

Pero, hay un enorme remanente que no se ubica y que constituye el grueso laboral de una mano de obra barata que se presta a toda clase de juegos, subterfugios, argucias o triquiñuelas de las cuales se valen para ganarse la vida, no importa a quienes tengan que atropellar, agredir o intimidar.


En nuestros círculos familiares o laborales escuchamos a diario la incesante queja ocasionada por lo que los grupos al margen de la ley nos han acostumbrado: el manido boleteo, el secuestro, la execrable extorsión o el abominable chantaje.

Pero, quien de nosotros alguna vez no se ha sentido amilanado, atormentado, quebrantado, valga decir “boletiado”, “extorsionado”, etc. por individuos o grupos de personas que escudados en el sagrado nombre de la ley llaman para  “exigirnos” el pronto pago de una obligación llámese hipotecaria, laboral, contractual, etc?.

O como se califica la figura del picapleitos que  llama a intimidarnos si no pagamos en el menor tiempo posible una obligación?

Hay abogados que tienen el descaro, el cinismo, la desfachatez, de llamar a su victima (¿??) para atemorizarla diciéndole que si no cancela la obligación en determinado tiempo, le embarga el sueldo, le expropia la casa, los enseres,  o el carrito, o en el peor de los casos le enviará a reclusión a una penitenciaría. Y hay quienes, violando el sagrado derecho de la privacidad se atreven a llamar a parientes, compañeros de trabajo o conocidos para dejarle al “infractor”  mensajes incriminatorios con los que lo ponen en evidencia o lo someten al escarnio, la vergüenza o la picota publica, como si este fuera el medio mas eficaz para recuperar unas cartera, un bien o una obligación.

Porqué a  los delincuentes comunes se les persigue por esto y a los de  cuello blanco o falda Guci O Christian Dior,  no se les hace lo mismo?


O, acaso no es boleteo, cuando la firma o el rábula de marras le envía a uno una carta por correo y anuncia que es un cobro jurídico que si no se atiende en el menor tiempo posible estará el  intimidado cercano a  cruzar los  linderos del Código Penal?

O como se llama la figura del abogado que apegado a los truculentos argumentos o componendas, que aprendió a extractar de la menuda letra de los mágicos códigos legales, termina quitándole la casa de habitación a una  pobre asalariada estatal  que no tuvo oportunamente la posibilidad de  cancelar una mínima deuda hipotecaria?.

Y que decir de la vergüenza publica a que se somete a un infeliz deudor que ante su iliquidez  termina siendo  “lanzado” (valga decir “desplazado”) de su morada por un jurisconsulto que se solaza íntimamente al haber alcanzado un nuevo “logro” en su vida profesional?

Ah, y que del otro infeliz al que le “cortan” la luz (lo  mas cercano a una voladura de torre), o el agua (El acueducto de Bogotá no es el primero al que se atenta) o el teléfono o la Parabólica (cualquier semejanza con la voladura de  torres de Telecom, es mera coincidencia) y al cabo de un tiempo empiezan a amenazarlo con “boletas” de cobro jurídico o con facturas que en destacadas letras de fino rojo carmesí dicen “su servicio se encuentra suspendido”?


Lo grave de todo, es que aprendimos a vivir con el miedo a estos inhumanos procederes hechos por humanos a quienes en el aula parece que  no les transmitieron o infundaron  una sola letra de ética, convivencia pacifica, humanismo o tolerancia.

Nosotros, el pueblo, hemos  permitido a las empresas, entidades, “bufetes”, grupúsculos y personas crecer en atropellos porque humildemente agachamos la cerviz o ponemos la otra mejilla y porque desafortunadamente no encontramos quien nos defienda de nuestros defensores o quien agreda a nuestros agresores.

 Y definitivamente nos llenamos de Leguleyos de Pacotilla...