martes, 22 de febrero de 2022

DEL LIBRO VIEJO AL LIBRO ANTIGUO

 


 

Por

 

Saúl Sánchez Toro (ssancheztoro@gmail.com)

 

 

Nuestra ciudad tuvo hace muchos años fama nacional de conservadora o preservadora  de la tradición escrita del mundo. Aquí se conseguían obras antiquísimas de la literatura mundial o publicaciones hechas en las primeras imprentas del mundo. En la antigua carrera 18 con 23 (donde hoy funciona el supermercado el Ahorro) se encontraba el Almacén “Luz” de Don Luís Gómez (contiguo a la Joyería Vargas) en donde además de marcos para cuadros se podía conseguir toda clase de libros antiguos, autenticas joyas documentales, invaluables no solo por su antigüedad (incunables del mundo, o latinoamericanos, o libros de los siglos XV, XVI, XVII y XVIII) sino por su presentación (cuero repujado, exlibris a mano, tipografía móvil, letras romanas o góticas, etc) .

Igualmente existían tres sitios típicos en donde los coleccionistas hallaban libros anteriores a  1900. Nos referimos a la Librería Atalaya de Don Jorge Escobar y fundada por Gilberto Agudelo, que quedaba frente al Teatro Cumanday (hoy Edificio Cumanday y sede de Coomeva), sitio obligado para quien quería un libro valioso; o la Librería "Mi Libro" de Don Pablo Pachón  que a pesar de no especializarse en libros antiguos ofrecía ocasionalmente hermosas joyas bibliográficas; y finalmente "El Estudiante" de don Arturo Quintero que además de vender elementos deportivos para los scouts, también ofrecía libros antiguos. La anticuaria El Artistico en donde de vez en cuando se conseguían libros de vieja data era hasta hace no muy poco el lugar donde se encontraba toda clase de artículos añejos y de singular valor.

La demostración de la perdida de este interés  es palpable ya  que en la actualidad no existen locales en la ciudad  donde se pueda adquirir este tipo de reliquias. Y mas triste aún es que los pocos libros que tiene la ciudad de siglos anteriores y que revisten valor  cultural, artístico o científico, como los libros de las colecciones Emilio Robledo, Victoriano Vélez,  J. Vélez Sanz, Colegio de Misiones de Popayán (toda una colección empastada en cuero de carnero), que tiene la Universidad de Caldas, se encuentran al alcance de propios y extraños (estantería abierta), gracias a la disposición de un novel bibliotecario que no alcanzó a distinguir entre lo que es un libro antiguo y uno viejo. Estas mismas colecciones las tienen el Colegio de México y la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM (Dos de las más prestigiosas universidades de América Latina) en salas independientes, con climatizadores (temperatura controlada), extractores de olor,  y lejos del acceso publico. Para ingresar a ellas se requiere el carácter de investigador, ponerse mascarilla, y guantes especiales para pasar las hojas de las publicaciones, lo cual se hace desde un atril  junto al cual se ubica un asistente o supervisor, quien permanece a su lado todo el tiempo de utilización de la publicación. Pero es que allá y en otros países, si aprecian el valor y el carácter histórico de unas publicaciones cuyos ejemplares son casi únicos. Acá en la ciudad esos libros son considerados por muchos como “vejestorios”, “anacrónicos”, “usados” “libros de descarte”, “basura”. No es lo mismo hablar de una edición principe (la primera edición) que una reedición o una edición moderna. Por ejemplo, los dibujos de las anatomías antiguas son muy diferentes a las fotografías policromáticas de las modernas, lo que convierte  a aquellas en invaluables joyas bibliográficas.

A propósito, porque será que las colecciones de los grandes prohombres de la ciudad que estudiaron y fueron dueños de textos clásicos de singular valor histórico van casi siempre a parar a las bibliotecas publicas de otras ciudades? Por ejemplo, que se hizo la biblioteca de Don Aquilino Villegas que alguna vez la familia ofreció vender a cualquier entidad de la ciudad interesada en ella? Quien la compró?