viernes, 18 de septiembre de 2015

Manizales a la defensiva


Da tristeza, pesar, nostalgia pero sobre todo mucha ira, inmensa rabia, el saber que de ser una ciudad apacible, tranquila, serena, por donde transitábamos en nuestros vehículos  sin temores,  hemos terminado convirtiéndonos en una ciudad arrinconada por las fuerzas oscuras que hacen que el ciudadano, que con inmenso sacrificio ha logrado conseguir su propio medio de transporte, tenga que vivir pendiente de donde está atrincherada, escondida, camuflada, la Policía Nacional o los Guardias de Tránsito de la ciudad, para evitar tropezar con ellos.

Y éstos, los policías, siempre escogen sitios estratégicos como la entrada a Lusitania, La Pipa, San Cayetano, la entrada a Villamaría, la recta de la Universidad Autónoma, Parque de las Aguas, Bellas Artes en Chipre,  porque son sitios que los conductores solo vemos cuando llegamos a ellos.


En Manizales es más grave aún, porque los funcionarios siempre van acompañados de una o dos grúas lo que los hace suponer que van a capturar uno o más incautos a quienes les van a  retener su vehículo y enviarlo a los Patios. Esa mancomunada sociedad entre el Transito y una empresa privada nos crea suspicacias.

Éstos, los policías y guardias de Tránsito,  con espíritu cazador, alcabalero, arancelario salen  todos los días de sus oficinas, únicamente con el pretexto de “en nombre de la Ley”, atrapar transgresores,  ingenuos, imprudentes que estén infringiendo la Ley, para poder hacerles un parte o decomisarles el vehículo y así  recaudar dinero para engordar las supuestas  menguadas arcas del Fisco Municipal.

Las Secretarías de Tránsito y Transporte del país se han convertido en los Publicanos modernos, los codiciosos que quieren ganar indulgencias políticas, ante sus superiores,  al mostrar una hiper megalítica  gestión en el recaudo de impuestos  (léase multas) y por consiguiente en ser la mejor gestora financiera de los municipios, sin tener en cuenta el  atropello que hacen a las familias al vulnerar sus economías.

Esto es perverso, es una vergüenza nacional, que los ciudadanos de todo el país hayamos terminado acorralados por estas dependencias y terminemos huyendo, resguardándonos, protegiéndonos todos de esta caterva de perseguidores, sanguijuelas inmisericordes que nos han obligado a crear grupos de protección ciudadana, listas de whatsup, Facebook, Twitter, Zello,  líneas de celular, para evitar caer en las garras malévolas de los retenes, que pareciera tuvieran un guión marcado diario a seguir para detener, aplicar sanciones, retener vehículos.

Cuando uno va a las Oficinas de Transito no encuentra sino gente iracunda. Son las dependencias del país donde más incomodidad, molestia, rabia se siente. Allí hay un molesto clima, se siente el negativismo, la mala vibra, la amenaza velada y oscurantista en el ambiente. Y como no va a serlo, si unos personajes que tienen en sus cabezas el  recaudar multas, nos están reduciendo, diezmando nuestro menguado presupuesto familiar? Por eso se ve a diario ciudadanos indefensos, tratando de justificar ante unos funcionarios impertérritos, inconmovibles, el porqué de un error: o pagaba revisión técnico mecánica o de gases, compraba llantas, reparaba una farola, compraba un vidrio panorámico, o daba de comer a sus hijos. Pero no, eso no le importa a nadie. Usted compró su vehículo, gástele, inviértale o deje que se lo lleven para los patios y después pague parqueadero, grúa y la sanción que dejó de pagar. Como decía un concejal “si tiene pal wiskey, que tenga pal hielo”.




Ellos se han aprendido de memoria el código de tránsito, que la mayoría de colombianos desconocemos y que nadie ha socializado. Nuestros Padres de la Patria se devanaron los sesos, se trasnocharon e inescrupulosamente aprobaron la agresiva y draconiana Ley 769 del 2002, “Código Nacional de Tránsito Terrestre” y la Ley 1383 de 2010, que reforma la anterior y todas las reglamentaciones y enmiendas que le han sobrevenido y que constituye una de las más afrentosas y punitivas leyes de la Historia de Colombia.

Esta Ley dura, cruel, implacable, impone  multas dizque por tener placas desteñidas, borrosas, vidrios con ínfimas picaduras, llantas lisas, luces fundidas, extinguidores con un día de vencimiento, linterna que no prende, botiquín con todos los productos vencidos, elementos productores de ruido, estacionar en sitio prohibido, ir en contravía (sentido contrario), haber olvidado su licencia en otro vestido, pasarse una luz roja,  estar hablando por celular, andar sin el SOAT y/o sin placas, conducir un vehículo sin luces o sin dispositivos luminosos de posición, direccionales o de freno, o con alguna de ellas dañada, y muchas otras sacadas de la manga de los magos legisladores.

Alguien decía jocosamente, hasta por no llevar fósforos o una candela. Para qué? Pues para prender los mecheros con los que debe iluminar la vía en horas nocturnas.

El Código Nacional de Transito es un documento perverso, alcabalero, hecho por los Torquemadas modernos que creen que estamos en época inquisitorial en donde al ciudadano se le puede someter a la tortura, suplicio, vejámenes para que pague multas leoninas que si no las puede pagar al momento, incrementan su monto en cantidades e intereses que en muchas ocasiones resulta mejor dejar “tirado” el vehículo en los patios o comprar uno nuevo, que tener que pagar una exorbitante multa, un parqueadero y una cantidad de arandelas que se han inventado las “autoridades” locales para poder sacar un vehículo de sus patios.

Estamos, como en antiguos azarosos tiempos, cuando se pagaban tributos de portazgos y pontazgos, almojarifazgo, vasallaje,  diezmos, gabelas, regalías, épocas feudales de los siervos de la gleba; el derecho de pernada, que creíamos superados hace muchos años y que hoy como fantasmas vemos resurgir de sus cenizas.
Y nuestros gobernantes (léase senadores, concejales, “defensores del pueblo”, personeros, veedores, etc.) ¿qué dicen de este atropello? Nada, se hacen los de la vista gorda, los sordos y mudos y prefieren pasar de agache cuando les tocan este intrincado tema… Mientras tanto, nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes ¿tenemos que agachar nuestras cervices aporreadas y dejarnos poner el insoportable yugo? Creemos  que es hora de que el país entero levante su voz de protesta y se manifieste en contra de este abuso que venimos soportando con estoicismo franciscano desde el 2002.

Colofón:

En Manizales, a fines del 2013, la cartera morosa por infracciones de tránsito era de $29 mil millones  que corresponden a 38 mil deudores de 74 mil multas.
El 50% de los que cometen infracciones se convierte en deudores y no comparecen.
El 70% de los deudores son reincidentes y en el 35% de los accidentes que se presentan al mes en la ciudad están implicados los morosos.

En promedio, cada uno debe $1 millón 200 mil.  (¿???).



Tenemos que crear un gran movimiento nacional para excigirle a los "honorables padres de la Patria" que revisen y modifiquen la abusiva Ley de Transito del pais. Ley 769 de 2002


FUENTES:






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