Da tristeza, pesar,
nostalgia pero sobre todo mucha ira, inmensa rabia, el saber que de ser una
ciudad apacible, tranquila, serena, por donde transitábamos en nuestros
vehículos sin temores, hemos terminado convirtiéndonos en una ciudad
arrinconada por las fuerzas oscuras que hacen que el ciudadano, que con inmenso
sacrificio ha logrado conseguir su propio medio de transporte, tenga que vivir
pendiente de donde está atrincherada, escondida, camuflada, la Policía Nacional
o los Guardias de Tránsito de la ciudad, para evitar tropezar con ellos.
Y éstos, los policías,
siempre escogen sitios estratégicos como la entrada a Lusitania, La Pipa, San
Cayetano, la entrada a Villamaría, la recta de la Universidad Autónoma, Parque
de las Aguas, Bellas Artes en Chipre,
porque son sitios que los conductores solo vemos cuando llegamos a
ellos.
En Manizales es más grave
aún, porque los funcionarios siempre van acompañados de una o dos grúas lo que
los hace suponer que van a capturar uno o más incautos a quienes les van a retener su vehículo y enviarlo a los Patios.
Esa mancomunada sociedad entre el Transito y una empresa privada nos crea
suspicacias.
Éstos, los policías y
guardias de Tránsito, con espíritu cazador,
alcabalero, arancelario salen todos los
días de sus oficinas, únicamente con el pretexto de “en nombre de la Ley”,
atrapar transgresores, ingenuos,
imprudentes que estén infringiendo la Ley, para poder hacerles un parte o
decomisarles el vehículo y así recaudar
dinero para engordar las supuestas menguadas
arcas del Fisco Municipal.
Las Secretarías de Tránsito
y Transporte del país se han convertido en los Publicanos modernos, los
codiciosos que quieren ganar indulgencias políticas, ante sus superiores, al mostrar una hiper megalítica gestión en el recaudo de impuestos (léase multas) y por consiguiente en ser la
mejor gestora financiera de los municipios, sin tener en cuenta el atropello que hacen a las familias al
vulnerar sus economías.
Esto es perverso, es una
vergüenza nacional, que los ciudadanos de todo el país hayamos terminado
acorralados por estas dependencias y terminemos huyendo, resguardándonos,
protegiéndonos todos de esta caterva de perseguidores, sanguijuelas
inmisericordes que nos han obligado a crear grupos de protección ciudadana,
listas de whatsup, Facebook, Twitter, Zello, líneas de celular, para evitar caer en las
garras malévolas de los retenes, que pareciera tuvieran un guión marcado diario
a seguir para detener, aplicar sanciones, retener vehículos.
Cuando uno va a las Oficinas
de Transito no encuentra sino gente iracunda. Son las dependencias del país
donde más incomodidad, molestia, rabia se siente. Allí hay un molesto clima, se
siente el negativismo, la mala vibra, la amenaza velada y oscurantista en el
ambiente. Y como no va a serlo, si unos personajes que tienen en sus cabezas el
recaudar multas, nos están reduciendo,
diezmando nuestro menguado presupuesto familiar? Por eso se ve a diario
ciudadanos indefensos, tratando de justificar ante unos funcionarios
impertérritos, inconmovibles, el porqué de un error: o pagaba revisión técnico
mecánica o de gases, compraba llantas, reparaba una farola, compraba un vidrio
panorámico, o daba de comer a sus hijos. Pero no, eso no le importa a nadie.
Usted compró su vehículo, gástele, inviértale o deje que se lo lleven para los
patios y después pague parqueadero, grúa y la sanción que dejó de pagar. Como
decía un concejal “si tiene pal wiskey, que tenga pal hielo”.
Ellos se han aprendido de
memoria el código de tránsito, que la mayoría de colombianos desconocemos y que
nadie ha socializado. Nuestros Padres de la Patria se devanaron los sesos, se
trasnocharon e inescrupulosamente aprobaron la agresiva y draconiana Ley 769
del 2002, “Código Nacional de Tránsito Terrestre” y la Ley 1383
de 2010, que reforma la anterior y todas las reglamentaciones y
enmiendas que le han sobrevenido y que constituye una de las más afrentosas y punitivas
leyes de la Historia de Colombia.
Esta Ley dura, cruel,
implacable, impone multas dizque por
tener placas desteñidas, borrosas, vidrios con ínfimas picaduras, llantas
lisas, luces fundidas, extinguidores con un día de vencimiento, linterna que no
prende, botiquín con todos los productos vencidos, elementos productores de
ruido, estacionar en sitio prohibido, ir en contravía (sentido contrario),
haber olvidado su licencia en otro vestido, pasarse una luz roja, estar hablando por celular, andar sin el SOAT
y/o sin placas, conducir un vehículo sin luces o sin dispositivos luminosos de
posición, direccionales o de freno, o con alguna de ellas dañada, y muchas
otras sacadas de la manga de los magos legisladores.
Alguien decía jocosamente,
hasta por no llevar fósforos o una candela. Para qué? Pues para prender los
mecheros con los que debe iluminar la vía en horas nocturnas.
El Código Nacional de
Transito es un documento perverso, alcabalero, hecho por los Torquemadas
modernos que creen que estamos en época inquisitorial en donde al ciudadano se
le puede someter a la tortura, suplicio, vejámenes para que pague multas
leoninas que si no las puede pagar al momento, incrementan su monto en
cantidades e intereses que en muchas ocasiones resulta mejor dejar “tirado” el
vehículo en los patios o comprar uno nuevo, que tener que pagar una exorbitante
multa, un parqueadero y una cantidad de arandelas que se han inventado las
“autoridades” locales para poder sacar un vehículo de sus patios.
Estamos, como en antiguos azarosos
tiempos, cuando se pagaban tributos de portazgos y pontazgos, almojarifazgo,
vasallaje, diezmos, gabelas, regalías,
épocas feudales de los siervos de la gleba; el derecho de pernada, que creíamos
superados hace muchos años y que hoy como fantasmas vemos resurgir de sus
cenizas.
Y nuestros gobernantes (léase
senadores, concejales, “defensores del pueblo”, personeros, veedores, etc.) ¿qué
dicen de este atropello? Nada, se hacen los de la vista gorda, los sordos y
mudos y prefieren pasar de agache cuando les tocan este intrincado tema…
Mientras tanto, nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes ¿tenemos que
agachar nuestras cervices aporreadas y dejarnos poner el insoportable yugo?
Creemos que es hora de que el país
entero levante su voz de protesta y se manifieste en contra de este abuso que
venimos soportando con estoicismo franciscano desde el 2002.
Colofón:
En Manizales, a fines del
2013, la cartera morosa por infracciones de tránsito era de $29 mil
millones que corresponden a 38 mil
deudores de 74 mil multas.
El 50% de los que cometen
infracciones se convierte en deudores y no comparecen.
El 70% de los deudores son
reincidentes y en el 35% de los accidentes que se presentan al mes en la ciudad
están implicados los morosos.
En promedio, cada uno debe
$1 millón 200 mil. (¿???).
Tenemos que crear un gran movimiento nacional para excigirle a los "honorables padres de la Patria" que revisen y modifiquen la abusiva Ley de Transito del pais. Ley 769 de 2002
FUENTES:
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