viernes, 25 de septiembre de 2015

Los curitas atracados


La inseguridad...la inseguridad...

Los dos ancianos sacerdotes se bajaron de la buseta que del centro de Manizales conduce al Barrio la Francia y cuando llegaron al Restaurante el Peñón se apearon del transporte y se dirigieron a su lugar de destino: la casa de Ejercicios Villa Kempis.

El padre Rogelio  (de 82 años) le hablaba a su gran amigo el padre Javier  (de 81 años) de los aconteceres del día y agradecía a Dios por haberles permitido vivir un día más en esta bella tierra.

El camino desde el Peñon a Villa Kempis es desolado, triste, abandonado. A esas altas horas de la noche, 9:00 p.m, no se ve un alma por allí.

Pero ellos si la vieron: no supieron de donde ni cuando saltó frente a ellos un acuerpado mozalbete, con un pasamontañas que aterrorizaba al mismo Satanás.

-          Esto es un atraco -dijo con voz imponente-

-          Entreguen todo lo que tengan

-          !Señor, señor! somos dos ancianos sacerdotes que venimos de celebrar una misita y no tenemos nada, alcanzaron a rezongar.

-          No me importa quienes sean, solo quiero lo que  tengan

El malhechor se dirigió al Padre Rogelio y en menos de lo que canta un gallo le sacó de uno de los bolsillos de su sotana un celularcito flechita y 20 000 pesitos que era todo el capital para transportarse desde tan lejano lugar.

Cuando se dirigió al padre Javier, este al verlo de frente, lanzó un aterrador grito que se escuchó por todo los confines del lugar:

-  “Santísima y purísima  Virgen ¡ ten misericordia de mi!”.

El atracador de inmediato quedó paralizado. Su cabello se erizó como un puerco espín. Su mano, en la que  blandía el brillante puñal, no fue capaz de descender. Su rostro, empezó a desfigurarse por el esfuerzo que se le notaba tenía que hacer para recobrar las funciones de movilidad. Por la boca le brotaba babaza y los ojos se le pusieron rojos y pareciera que querían salirse de su órbita.

Los dos curitas aceleraron el paso y al mirar hacia atrás y ver al malvado atracador todavía paralizado el padre Javier imploró:
-          Virgencita santísima, no lo dejes así paralizado, suéltalo y gracias por salvarnos

De inmediato el atracador se sintió liberado y salió tan raudo como alma a quien persigue el Diablo y se perdió en la espesura de la noche.

El padre Tabares le pregunto a su colega.

-          Y la Virgencita porque le ayudó a usted y a mí no?

-          Pues porque usted no le pidió nada mijo, por eso. Hay que pedir, hay que pedir…








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