La inseguridad...la inseguridad...
Los dos ancianos sacerdotes se bajaron de la buseta que del centro de Manizales conduce al Barrio la Francia y cuando llegaron al Restaurante el Peñón se apearon del transporte y se dirigieron a su lugar de destino: la casa de Ejercicios Villa Kempis.
Los dos ancianos sacerdotes se bajaron de la buseta que del centro de Manizales conduce al Barrio la Francia y cuando llegaron al Restaurante el Peñón se apearon del transporte y se dirigieron a su lugar de destino: la casa de Ejercicios Villa Kempis.
El padre Rogelio (de
82 años) le hablaba a su gran amigo el padre Javier (de 81
años) de los aconteceres del día y agradecía a Dios por haberles permitido
vivir un día más en esta bella tierra.
El camino desde el Peñon a Villa
Kempis es desolado, triste, abandonado. A esas altas horas de la noche, 9:00
p.m, no se ve un alma por allí.
Pero ellos si la vieron: no
supieron de donde ni cuando saltó frente a ellos un acuerpado mozalbete, con un
pasamontañas que aterrorizaba al mismo Satanás.
-
Esto es un atraco -dijo con voz imponente-
-
Entreguen todo lo que tengan
- !Señor, señor! somos dos ancianos sacerdotes que
venimos de celebrar una misita y no tenemos nada, alcanzaron a rezongar.
-
No me importa quienes sean, solo quiero lo que tengan
El malhechor se dirigió al Padre
Rogelio y en menos de lo que canta un gallo le sacó de uno de los bolsillos de su sotana un celularcito
flechita y 20 000 pesitos que era
todo el capital para transportarse desde tan lejano lugar.
Cuando se dirigió al padre
Javier, este al verlo de frente, lanzó un aterrador grito que se escuchó por
todo los confines del lugar:
- “Santísima y purísima Virgen ¡ ten misericordia de mi!”.
El atracador de inmediato quedó
paralizado. Su cabello se erizó como un puerco espín. Su mano, en la que blandía el brillante puñal, no fue capaz de
descender. Su rostro, empezó a desfigurarse por el esfuerzo que se le notaba
tenía que hacer para recobrar las funciones de movilidad. Por la boca le
brotaba babaza y los ojos se le pusieron rojos y pareciera que querían salirse
de su órbita.
Los dos curitas aceleraron el
paso y al mirar hacia atrás y ver al malvado atracador todavía paralizado el
padre Javier imploró:
-
Virgencita santísima, no lo dejes así
paralizado, suéltalo y gracias por salvarnos
De inmediato el atracador se
sintió liberado y salió tan raudo como alma a quien persigue el Diablo y se
perdió en la espesura de la noche.
El padre Tabares le pregunto a su
colega.
-
Y la Virgencita porque le ayudó a usted y a mí
no?
-
Pues porque usted no le pidió nada mijo, por
eso. Hay que pedir, hay que pedir…
No hay comentarios:
Publicar un comentario